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Jorge Zepeda Patterson

25/07/2012 - 12:01 am

Josefina contra Calderón

Los ex presidentes son como los jarrones chinos antiguos: todo mundo entiende que son valiosos pero nadie sabe que hacer con ellos. La frase es de un artículo reciente del venezolano Moisés Naim, a propósito de Lula, pero bien podría aplicarse a Calderón. El PAN tiene el difícil dilema de encontrar qué va a hacer […]

Los ex presidentes son como los jarrones chinos antiguos: todo mundo entiende que son valiosos pero nadie sabe que hacer con ellos. La frase es de un artículo reciente del venezolano Moisés Naim, a propósito de Lula, pero bien podría aplicarse a Calderón. El PAN tiene el difícil dilema de encontrar qué va a hacer con el ex presidente y más  vale que lo haga, antes de que el ex presidente haga varias cosas con el PAN.

El asunto de fondo es que quien controle al PAN se convierte en uno de los políticos más importantes del sexenio. Como se sabe, este partido será un socio de inmenso valor en las votaciones en el Congreso, pues su anuencia le daría mayoría al PRI para cualquier tipo de reformas constitucionales.

Todo indica que Calderón quiere mantener su control sobre el partido y beneficiarse políticamente de este cheque en blanco. Aunque antes había dicho que residiría en el extranjero al termino de su gobierno, en reciente entrevista con el diario El País reconoció que le gustaría alguna tarea política en el siguiente sexenio.

En todo caso, no está claro si ese es el propósito, participar directamente en la política, o simplemente usar al partido como carta de negociación con Peña Nieto, para galvanizar su inmunidad jurídica y política frente a las seguras demandas que habrá en su contra por la guerra y sus 60 mil muertos.

En teoría, a partir de 2013 el PAN debería regresar a lo que fue: un partido sin caudillo, con vida democrática interna y con robustas corrientes. Dejó de serlo en este sexenio por la intervención constante de Los Pinos en la selección de candidatos y de dirigentes, y por el control del Consejo Nacional, por parte de los calderonistas.

No será fácil quitarle el dominio del partido en el corto plazo. Y sin embargo es la única posibilidad que el PAN tiene para recobrar su legitimidad.

Lo cierto es que la batalla por el partido ya comenzó. Los calderonistas afirman a diestra y siniestra que Cordero habría ganado las elecciones pues habría recurrido a un discurso de continuidad, fincado en “los éxitos” de la actual administración. Aseguran que la derrota fue culpa de Josefina Vázquez Mota por sus acusaciones de desaseo durante la contienda interna, que dañó la imagen del partido, y posteriormente por su campaña con el lema ser “diferente”. El propio Calderón ha señalado que Josefina se equivocó pues los éxitos de su gobierno debieron ser los ejes de la campaña electoral de la panista.

O sea, según ellos la culpable es Josefina. Desde luego, muchos panistas no se quedarán cruzados de brazos y tratarán de desembarazarse de Calderón. Javier Corral, los propios josefinistas, Madero, Diego Fernández, parte del Yunque y muchos cuadros regionales y tradicionales buscarán sacudirse el peso de la familia presidencial. Cada uno por sus propias razones y métodos.

Sin ser líder de estas corrientes, salvo la propia, Josefina podría representar un frente aglutinador, porque cada una de ellas por separado están en minoría. El ataque mismo de los calderonistas en contra de la ex funcionaria revela su potencial y el temor con el que es percibida. Después de todo no debe olvidarse que logró imponer su candidatura contra la voluntad presidencial, que impulsaba a Cordero. En teoría, ya derrotó Calderón una vez y será más fácil volver a hacerlo una vez que abandone Los Pinos.

Sea una cosa u la otra, el PAN tiene que refundarse o algo parecido. Los resultados del 1 de julio fueron devastadores al pasar de primera fuerza a tercera a nivel nacional y perder estados claves como Jalisco y Morelos. Pero más importante aún, perdió el respeto que inspiraban sus banderas de lucha contra la corrupción y por la democratización que impulsó durante 50 años, antes de convertirse en poder. Se podía coincidir o no con su ideología, pero nadie les regateaba el reconocimiento que infundía la limpieza de sus procesos internos. Todo ello se perdió durante el sexenio.

Igual que el PRI antes, el PAN se convirtió en partido del Presidente. Olvidó sus banderas y en materia de corrupción acabó siendo una mala copia del PRI.

Una cosa está clara, mientras Calderón siga siendo el hombre fuerte del partido, será imposible que el PAN defienda con legitimidad sus principios fundacionales ante la opinión pública. No mientras lo controle el hombre que hizo trizas tales principios. La batalla apenas comienza.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

Jorge Zepeda Patterson
Es periodista y escritor.

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